jueves, 21 de febrero de 2013

El asalto al Hades, simbologia de la serpiente




La serpiente viene del agua pero es
también de la tierra como la vida; es de agua y de tierra, y además por su
piel mucosa se relaciona con lo húmedo. Su serpentear y su flexibilidad son
cualidades admirables, como las del tejido muscular y de la vida misma; y su
movimiento ondulante la asocia con la voluptuosidad femenina;su renovación de la piel en cada estación,su apego a la tierra, etc. etc. todo esto, y en
el contexto de una sensibilidad humana en sinfonía gaiática, hizo de ella símbolo de la vida y de ese remoto ámbito femenino del mundo de las madres.

En la sociedad patriarcal, no se eligió, vino impuesta como un símbolo de la libido y de la función femenina, integrado, como esa misma
función, en las relaciones sociales y dentro de cada ser humano, hasta la
médula y en lo hondo de las conciencias y de los inconscientes.
Por eso los mitos sobre los orígenes de nuestra sociedad patriarcal
tienen como uno de sus principales objetivos, darle la vuelta al significado
de la serpiente, para apoyar el cambio social. 


Cuando comienza la sociedad de realización del Poder en contra de
la realización del bienestar, la función femenina empezó a estorbar: primero se la somete por la fuerza física; y los dioses y los héroes destinados a
configurar el modelo de ser humano, deben luchar físicamente y vencer a
las serpientes.


Zeus mata a Tifón, que era elLa matrística en el Neolítico
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monstruo de la oscuridad, para que la luz se hiciera sobre la Tierra; luego
Apolo mata a la hija de Tifón, la serpiente Pitón. Entre las muchas representaciones de dioses y héroes matando o venciendo a serpientes monstruosas, hay un cuadro en el museo del Prado de Cornelio de Vos,Apolo y
la serpiente Pitón (ver pág. 82), que es especialmente interesante.Aunque
el título del cuadro dice explícitamente que se trata de la serpiente Pitón,
su cuerpo es el de un monstruo que yace boca arriba en el suelo y acaba
en dos piernas abiertas en decúbito supino, de entre las cuales sale una larga cola; en su vientre o abdomen tiene varias tetas; la cabeza es la de una
bestia con un espolón en forma de garfio en la nariz y una expresión de ferocidad y lascivia; tiene una extremidad delantera acabada en garra y una ala
en omóplato y varias flechas parecen haberla herido de muerte cuando yacía
tumbada bocarriba en el suelo, y no en un combate frente a frente con
Apolo. Hasta hace poco, el título del cuadro llevaba un subtítulo, que ya ha
sido retirado,que decía que la pintura simbolizaba el orígen de la civilización


 Luego, a las amazonas que se resisten se las destierra con sus
serpientes al Hades. Después, como no era suficiente, ya vino la malignización de la función femenina, aquello de que en la mujer está el origen del
mal (del vestido sale la polilla y de la mujer la maldad femenil) y que ningún mal es comparable a la maldad de la mujer. Entonces, junto a la satanización de la sexualidad femenina, se inventa el Infierno y se sataniza también la serpiente que la simbolizaba.


Ante una realidad con minúscula tan aplastante y presente en la
vida cotidiana, se tiene que construir una Realidad aplastante y presente en
el imaginario colectivo para neutralizarla, y esa Realidad es el Infierno, el
demonio y el miedo al castigo eterno.



‘Pondré enemistad entre tí y la serpiente’ dijo Yavé explícitamente,
es decir, te quitaré tu sexualidad: paralizaré tu útero, te volverás ‘histérica’,
parirás con dolor y el hombre te dominará, ahí está el destino de la nueva
condición de la mujer.

 Las hetairas desaparecen o pasan a llamarse prostitutas, lo más deleznable de una sociedad; y el destino de sus hij@s, los
hij@s-de-puta, lo peor que una madre puede desear para su prole.Y lo
mejor, lo que decía cínicamente Nietzche: un buen padre.

Así pues, la serpiente siguió siendo objeto simbólico en nuestra
cultura, en este caso como símbolo demoníaco, de la perdición humana.

En el Neolítico (y no sólo en la Vieja Europa), la serpiente, como explica
Gimbutas, aparece por doquier, desde enroscándose en el cuerpo de una
mujer o de una vasija, hasta dibujada en un útil de hilar o sobre una flauta.

 En la sociedad patriarcal, representa toda suerte de maldades: la serpiente-demonio induce a Eva a desobedecer al Señor y a pecar, y le cuesta a nuestros ancestros la expulsión del Jardín del Edén (el paraíso de la
matrística desaparece con la sexualidad de la mujer); su cabeza luego es
otra vez aplastada por la Virgen María, que representa el paradigma de
mujer con la sexualidad bloqueada; luego la serpiente que se hace cada vez
más ‘monstruosa’, deriva en toda suerte de dragones que capturan a las
doncellas y que son salvadas por los príncipes azules, o los caballeros
medievales (en el Medioevo se realiza una gran ofensiva contra reductos
matrifocales aislados que habían sobrevivido en Europa). En todas las civilizaciones, y no sólo en la judeo cristiana, dioses, santos y héroes deben vencer a serpientes o sus derivados. Al igual que sucede en la fundación de
las primeras ciudades de la Grecia patriarcal, la epopeya salvadora aparece en las leyendas o mitos (como la de San Jorge en Gran Bretaña, San
Patricio en Irlanda o Siegfrido en Alemania) para justificar el aplastamiento de los residuos de la matrística que da lugar a la fundación de las naciones modernas.



Asalto al Hades, Casilda Rodrigañez

El asalto al Hades








Nacemos culpables; culpables de nuestra vitalidad, de los deseos
que brotan de nuestros cuerpos. Cuando nos bautizan, nos quitan el pecado original sólo a título provisional, para darnos una oportunidad de
hacernos conformes a la Ley. Los rituales de confirmación son la 1ª Comunión, la Confirmación, los libros escolares, etc.
Como decía antes, no hay Juicio Final al término de nuestras vidas;
en cambio hay un Juicio Inicial en el comienzo, por el que la sociedad nos
condena, a un@s más y a otr@s menos, pero tod@s nacemos con el veredicto de culpabilidad, llámese tánatos innato, pecado original, karma o
como se quiera llamar.
Si se hiciera una recopilación de lo que se dice a l@s niñ@s, veríamos que una gran parte de la pedagogía que se imparte consiste en
dejar establecida esta traslación de la culpa y esta inversión del bien por
el mal: si un niñ@ llora es porque hace algo que está mal, y se le dice: tienes que ser un niñ@ buen@, l@s niñ@s buen@s no hacen esto o lo otro,
no seas mal@, si eres mal@ no te vamos a querer, etc. etc. Lo malo es lo
que queremos. Lo bueno lo que quieren ellos.Y si nuestra relación no
funciona es por nuestra culpa. Esto es la principal Ley del Poder: la culpabilización de la víctima. Como Edipo, tenemos que sentirnos culpables,
convencernos de que somos perversos y arrancarnos los ojos para expiar la culpa; creer que los malos no son ell@s sino nosotr@s.Tenemos
que arrancarnos los deseos, mutilar nuestra vitalidad. Porque el Poder
tiene siempre que ser invisible, y las víctimas no pueden existir porque les
delatan. Para ocultarse, el Poder culpabiliza a la víctima sistemáticamente,
es decir, la culpabilización de la víctima forma parte del proceso de realización del Poder.

Esto es muy importante para ir viendo la formación del ‘yo’. No
solo debemos negar nuestros deseos; debemos considerarlos inconvenientes, inmorales, perversos, y además tenemos que ocultar nuestra
‘maldad’ ante nuestra propia conciencia que se va formando.Así, el ‘yo’, la
percepción de un@ mism@ que se va formando, tiene que aplastar la
verdad de nuestro ser psicosomático, que sólo desea amar y ser amado.
De este modo, ellos se quedan con la bandera del ‘amor’, y nosotr@s
con la del niñ@ mal@ que coge rabietas, hace guarradas y tiene deseos
‘impuros’.Y por eso el sentimiento de culpa que emerge de adult@s
(como todo aquello que emerge de la Falta Básica y que tiene sus raíces
por debajo de la personalidad oficial, del ‘ego’ edípico), emerge cargado
de una rara ansiedad, que a menudo es muy desproporcionada con respecto al hecho por el que nos sentimos culpables
Por eso a veces, cuando nos rebelamos contra algo, aflora un sentimiento de culpa que nos hace dudar; y muchas veces esa duda hace dar
marcha atrás a una rebelión que estaba a punto de desencadenarse.
Aunque de modo general, como dicen Deleuze y Guattari, la inhibición
de la rebelión es inconsciente.

De, El asalto al Hades, Casilda Rodrigañez bustos